Cuando se utilizan ultrasonidos de gran amplitud, es posible detectar ecos débiles procedentes de estructuras mucho más pequeñas, incluidos los de los glóbulos rojos.
Cuando la sangre se mueve con respecto a la dirección del haz de ultrasonidos, la frecuencia de las ondas de retorno cambia según el principio Doppler (según el cual el desplazamiento de la frecuencia de la forma de onda percibida con respecto a la frecuencia de la forma de onda transmitida es proporcional a la velocidad de la fuente (es decir, las superficies reflectantes de las células sanguíneas en movimiento) con respecto al observador).
En los estudios doppler, el ultrasonido debe alinearse con la mayor precisión posible en paralelo a la dirección del flujo (en lugar de en ángulo recto con respecto a ella).
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