Las enfermedades malignas de los niños difieren en muchos aspectos de las de los adultos. Suelen crecer con rapidez, a menudo surgen de células embrionarias o primitivas y presentan menos factores de riesgo ambientales.
El cáncer infantil más frecuente es la leucemia linfoblástica aguda.
Los tumores cerebrales son la principal neoplasia sólida en niños.
Los neuroblastomas suelen desarrollarse en las glándulas suprarrenales o a lo largo de la cadena simpática, causando una masa abdominal, dolor y, a veces, hematomas periorbitarios cuando se diseminan.
Los rabdomiosarcomas pueden aparecer en la cabeza y el cuello, el tracto genitourinario o las extremidades, y suelen manifestarse como un bulto o una obstrucción, dependiendo de su localización.
En los huesos, predominan los osteosarcomas y los sarcomas de Ewing, que causan dolor persistente, hinchazón o, a veces, una masa palpable.
Los retinoblastomas se presentan clásicamente con un reflejo blanco en la pupila, conocido como leucocoria, que puede observarse por primera vez en una fotografía.
Los linfomas de Burkitt pueden crecer muy rápidamente y aparecer como una masa mandibular en las regiones endémicas o como un tumor abdominal en otros lugares.
El linfoma de Hodgkin puede presentarse en la infancia tardía, normalmente con un agrandamiento indoloro de los ganglios linfáticos y, a veces, fiebre o sudores nocturnos.
Nota: lo que une a las neoplasias malignas infantiles es su rápida progresión, su tendencia a surgir de tejidos primitivos o embrionarios y el hecho de que sus síntomas a menudo simulan enfermedades ordinarias al principio, lo que hace que la vigilancia y el reconocimiento precoz sean esenciales.
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